17 de julio de 2011

BONJOUR MADAME! BONJOUR MONSIEUR!


FRANCIA

Nos reciben Rodri, Lisa e Ilona, amigos que conocí en otro viaje. Con ellos nos da la bienvenida Francia. Tenemos la posibilidad de adentrarnos en las costumbres y sabores franceses. Aprovechamos a visitar el Chateau de Montferrand junto al monte Pic Saint Loup, un pequeño castillo en ruinas. Gracias amigos por el aguante y  el calor de su hogar. 

Lo primero a destacar de este país: la inmensa amabilidad de los franceses. Lo segundo: bellísimos paisajes salpicados de castillos, sólidas moradas construidas con bloques pétreos de roca maciza y muchos muchos cultivos. Los suelos cubiertos de plantaciones de maiz, trigo, papa, avena, centeno, árboles frutales por doquier: peras, manzanas, cerezas, frambuesas, mora y alguna que otra frutillita salvaje que van acompañando y alimentando nuestro sediento pedalear.

En casa de Rodri me esperaba mi compañera y entonces sí, armamos la carga, preparamos el equipaje, ponemos a punto los motores y nos lanzamos a la aventura....






DE SAINT MATHIEU DE TREVIERS A MONT AIGOUAL

Partimos el 1º de julio a las 8 de la mañana. Pasamos por San Martin de Londres, Ganges y Valleraugue. Nos acompaña en todo el trayecto el rio L´Herault. Las tardes son muy calientes, así que tratamos de levantarnos bien temprano, lo que para nosotros es las 7-7:15; pedaleamos de 8 a 12-12:30 y entonces paramos en un rio, en un bosque o donde sea que haya un poco de sombra. Volvemos a retomar la ruta de 7 a 10 de la noche, que todavía es de día.
De Valleraugue a Mont Aigoual hay 1000 m de desnivel que los hacemos en 36 km de subida sostenida. La pendiente es bastante suave, en realidad lo que la hace muy agotadora es el terrible peso que llevamos a cuestas. Lo compensan las vistas espectaculares. Estamos ascendiendo por el Macizo de los Cevennes. Nos pasan unos fierros increíbles a cada momento (léase motos), hoy es domingo y las máquinas salen a probar sus motores.









UN CASTILLO Y DOS CIUDADES. CUENTO DE HADAS Y DRAGONES

Las montañas están cubiertas de pinos (especie introducida por un botánico francés para detener la erosión). Cada 5, 6 o máximo 10 km hay un pueblito o poblado. Todos, pero todos parecen quedados en el tiempo. Ya ni nos acordamos del nombre de cada uno. La ruta sube y baja, en realidad hasta ahora lo que más sentimos son las subidas. Cada villa tiene su oficina de turismo bien completa y cada zona tiene su encanto. Desde Mont Aigoual nos descolgamos en una rauda carrera descendente... Yiupiii!!... Qué placer!!...Y vinieron:
Florac, donde visitamos el Chateau de Miral, habitado por una pareja de abuelos macanudísima. El señor nos ofreció una visita guiada, y a pesar de ser en francés, se esmeró en todo momento para que pudiéramos entender. Y la señora, que estaba avocada a sus confituras en la cocina del castillo, nos regaló un riquísimo dulce de grosella y cassis. Encima no nos cobraron la entrada, nos ahorramos 10 euros !. No sabíamos cómo agradecerle. Nos fuimos bajo una tenue lluvia pero felices.

Luego llegaron Le Pont-de-Montvert, Vialas, Genolhac y aquí decidimos darnos un gustito: tren hasta Langogne. El sol es abrasador y ya llevamos 100 km de atraso. Nos habíamos propuesto hacer de 50 a 70 por día pero, no sé si es porque recién arrancamos o por el calor, estamos agotadísimos!!.

De Langogne subimos hasta Pradelles, donde visitamos lo que aquí se llama "Una de las ciudades más bellas de Francia", y en verdad es así. No solo su arquitectura sino también el entorno es maravilloso; al igual que Arlempdes, con su castillo del SXII frente al río La Loire, sobre cuyas orillas paramos a descansar. Cada construcción es un monumento que esconde una historia en particular, ya sea de trifulcas entre católicos y protestantes, celebraciones entre poderosos monarcas o relatos familiares de generaciones más cercanas, herederas de tal fortuna. Y uno puede imaginar y sentir cada una de esas situaciones en el mismísimo escenario donde hace siglos cobraban vida.

Por ahora no se nos hace difícil acampar; siempre encontramos un lugarcito, lo que sí, cocinamos en el calentador... aunque se podría prender un fueguito, no queremos arriesgarnos.




















CUESTIONES COTIDIANAS MECHADAS CON FILOSOFÍA BARATA
De Arlempdes Annonay el camino sube y baja continuamente y vamos decidiendo la ruta a medida que avanzamos. Nos ayudan los mapas, los chicos de las oficinas de turismo y hasta un bombero detiene su auto para aconsejarnos que no entremos a la Nacional. En las pequeñas rutas los vehículos nos respetan mucho; como norma no pueden sobrepasarnos a menos de 1,5 m. y así lo cumplen. Nos da tiempo a nosotros a disfrutar de la senda y a descubrir en cada casa o rincón una quinta. Todos o casi todos tienen huerta, sobre terrenos escalonados, al costado de la ruta, tras un paredón en las ciudades o en medio de la espesura más salvaje, todos cultivan su alimento. Y hablando de comida, nos vamos aprovisionando de nuestros víveres en los grandes supermercados: Lidl, Super U, Carrefour. Llegamos livianos con lo justo y nos vamos pesados como mulas de carga. Mucha fruta y verdura, arroz, fideos y cuz cuz, un poco de queso, yogur y leche, harina para amasar, avena, miel y copos para el desayuno y la yerba… que trajimos de casa. Para tener una idea hasta ahora hemos gastado para comer menos de 5 euros diarios por cada uno.
Dos cosas llaman nuestra atención a diario. En el cielo una entramada red de estelas blancas que dibuja el gran tránsito aéreo; muestra del futuro y un próspero desarrollo capitalista. Y en la tierra, cada 2 o 3 km una cruz de piedra o hierro erguida en un pedestal; testigo del pasado y un fuerte dominio religioso. ¿Quiénes fueron o quiénes somos más esclavos?.
Detalle vital: no podemos sacar agua de cualquier arroyo o rio. Por un lado no son tan frecuentes y por el otro son un tanto dudosos. De todas maneras esta carencia queda salvada, pues junto a cada cruz hay una fuente con un vertedor de agua potable. Peregrinos de ayer, peregrinos de hoy, sin agua no hay camino.















MAL GENIO, SOPAPEADOS


Nos colgamos en McDonald´s tratando de armar el blog y nos agarró la noche en los suburbios de Annonay. Tuvimos un incidente con gitanos al querer armar campamento junto a sus casillas, cosa que ni habíamos detectado… ellos tampoco, porque al darse cuenta empezaron a gritar y a reírse. Yo me asusté y pensé en ir a buscar ayuda, mientras Oscar juntaba las cosas como podía y zafaba tratando de explicar: “Je ne parle pas français”. No es conveniente parar cercar de las grandes urbes. Por suerte esta vez no pasó a mayores.
Otro incidente tuvo lugar en La Cote de St André. Llegamos a la oficina de turismo y averiguamos por una bicicletería porque Oscar había cortado ya cuatro rayos y la rueda trasera venía viboreando. Se levanta el telón:
(Abro la puerta del local y escucho pasos bajando una escalera. El diálogo se desarrolla en francés)
Patricia – Buen día! Tengo un problema con la bicicleta…
El bicicletero – ¡¿Cómo que un problema?! ¡¿Cuál es el problema?! (a los gritos, caminando hacia afuera). ¡¡Claro!!, con toda esta carga, sáquenle todo el equipaje, saquen todo esto (golpeando la carga y moviéndose de un lado para otro).
Entra al local. Con Oscar nos miramos y solo atinamos a desarmar la carga. Antes de que pudiéramos entrar, vuelve a salir, agarra la bicicleta con bronca y se la lleva para el fondo balbuceando maldiciones a los cuatro vientos. Cierra la puertita del fondo y a los 30” la vuelve a abrir más enfurecido.
El bicicletero – Traen demasiada carga. Cómo no se les va a romper todo?. No ven, no ven (y nos invita a pasar al cuartito-taller de muy mala manera). Desarma la rueda, se le cae, la vuelve a poner en la morsa para sacar los piñones, tira todo lo que hay alrededor, agarra una bicicleta que se interpone entre él y la mesa y la arroja con toda la fuerza hacia un costado, la bicicleta se cae, la vuelve a agarrar y la vuelve a tirar. Todo esto sin dejar de maldecir).
Por un momento creí estar en una película de terror y sólo esperaba que este tipo se transformara en algún horrendo mutante, pero de repente desperté y dije: “No puede ser, ¿qué le pasa a este tipo?. Se piensa que porque es francés nos va a tratar así?; y arremetí:
Patricia – Mire, si tiene mucha o poca carga es mi problema. ¿O usted piensa que a mí me gusta cargar tanto peso?, si lo llevo es porque lo necesito. Si usted no quiere arreglarla, no la arregle (se me empezaron a volar los pájaros a mí). Y no sé si fue que mi francés no es tan malo o tan solo la actitud bastó para que el infeliz pidiera disculpas y terminara el arreglo en condiciones menos violentas…

La jodita le salió a Oscar 24 euros, y eso que nos rebajó a expensas de las disculpas por su mal genio. Se lo atribuyó a que ese no era un buen día, ya que había tenido varios altercados desde temprano y nosotros habíamos llegado justo en el momento cumbre.
Lo bueno fue que ese día le metimos pata e hicimos casi 70 km, que fueron los que compensarían el día siguiente de pura lluvia. Nos alcanzó un muchacho en su auto y nos dijo que sus padres nos invitaban a su casa. Después nos arrepentiríamos de rechazar tal invitación; pero sabíamos que había un lago cerca y queríamos recordar nuestra Patagonia. Nada salió como lo habíamos pensado. El aguacero empezó a la noche, el lago cerraba sus “puertas” a las 22 hs y no teníamos dónde armar la carpa… Llovió toda la noche, sólo nos dio un respiro a las 3 de la tarde del día siguiente. Levantamos campamento y a 5 km del pueblo Aiguebelette-le-Lac, se descolgó el cielo. Volvimos a la estación de trenes a guarecernos en un cuartito-sala de espera, y a pesar de los trajes de agua llegamos ensopadísimos.






RODANDO EL RÓDANO
Decidimos recorrer un trayecto junto al río Ródano, pero cada tanto la espesa vegetación nos cierra el paso, así que terminamos volviendo a la ruta. De todas formas pudimos conocer en una de las últimas curvas y en bajada un pueblo muy pituco, con restaurants al borde del río con sombrillas perfectamente combinadas, tan distinguidas como sus clientes. Lanchas, barquitos y yatecitos surcando las verdes aguas y todo, todo muy prolijo. En conjunto parecía un buen cuadro de algún artista famoso. De ahí atravesamos toda una zona de viñedos. El día acompañaba. Llegamos a Seyssel. Encontramos un lugar de lujo, si hasta tuvimos un espectáculo de fuegos artificiales con música clásica del otro lado del puente. Lo disfrutamos muchísimo. Francia nos despide con lluvias intermitentes y algunas muy copiosas.










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